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lunes, 10 de enero de 2011

BIEN POR TI Y MIRA MI PINTA

Por JUAN T H
Dos campañas publicitarias sobre los valores morales de la sociedad se escuchan en la radio y se ven en la televisión. Una es patrocinada por el Despacho de la Primera Dama y el otro por un banco comercial privado. No pongo en duda la buena intención de ambas campañas. Los spots del Despacho de la Primera Dama están dirigidos básicamente a la niñez. El menor que demuestra ser honesto recibe un: “¡Bien por ti!”. Esa campaña ha debido ser dirigida a los adultos que educan a los niños, porque éstos no son más que esponjas que absorben lo que ven en sus hogares, en las escuelas, en el bario, en la televisión, etc.
“El ser social justifica la conciencia social”, estableció Marx con razón hace muchos años. El hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad la que lo forma y deforma. Todos nacemos buenos, pero no todos recibimos las mismas oportunidades de educación, alimentación, salud, vivienda, recreación, empleo, etc.
Un niño nacido en un barrio marginado con unos padres sin empleo decente, sin educación, sin vivienda, donde la violencia es un signo de sobrevivencia, lo más probable es que no llegue a los 18 años. Y si lo hace su destino será la cárcel o el cementerio después de “un intercambio de disparos con la Policía”. “La calle será su asfalto, su morada. Y la sociedad urbana lo irá formando en secreto. Y quién sabe, quién sabe si antes de morirse pueda del hambre vengarse”,  como dice una canción de Patxi Andión.
El problema es mucho más profundo y serio del que plantea el Despacho de la Primera Dama. Los valores también tienen un carácter de clase. Las ideas dominantes de cada época son las ideas de las clases gobernantes.  Esas clases o grupos gobernantes, mi querida Primera Dama, son las que educan, las que crean los valores éticos-morales de la sociedad. Esas clases o grupos económicos crean una estructura ideológica de dominación que garantice su poder.
Los niños no forman la sociedad, es al contrario, la sociedad, con sus valores intrínsecos, forman (deforman) a los niños que luego serán adultos.
Las estadísticas de marginalidad y pobreza no mienten. El crecimiento económico del que tanto se habla, no contribuye en nada a mejorar la situación de la mayoría de los dominicanos. Al contrario, ese crecimiento económico sirve para explicar la gran concentración de riqueza en pocas manos.
Mientras pocos hombres y mujeres, incluyendo a sus hijos, lo tienen todo; muchos, muchísimos, no tienen nada. Los hijos de los pobres desertaran de las escuelas si es que llegan a ellas, mientras  los hijos de los ricos estudiaran en las mejores universidades del país y del mundo para ocupar el rol de poder que le tiene asignada la sociedad que sus padres crearon para ellos. Y de esa manera se reedita el control social y el poder sobre los de abajo.
El Despacho de la Primera Dama quiere que los de abajo actúen apegados a unos valores que los de arriba no respetan ni practican. La mejor muestra es el gobierno que preside su marido. A muy pocos funcionarios del gobierno difícilmente podríamos decirle: “¡Bien por ti!”  Al contrario, a casi todos tendríamos que gritarles: ¡Mal por ti! Porque a casi todos los hemos visto corromperse y enriquecerse con el dinero del pueblo, lo que impide que los padres de los niños pobres tengan trabajo, educación, salud, vivienda, derechos civiles y políticos, que permitan que sus hijos se formen en un ambiente de paz y prosperidad. (Sigo con el tema).

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