Por:JUAN T H
Cuando las principales instituciones políticas y militares de un país están de algún modo involucradas o influenciadas por el narcotráfico, a tal punto que parece incontrolable, es porque se ha convertido en un “narco-estado”.
El proceso comenzó hace muchos años. Hay quienes sostienen que los narcóticos fueron introducidos en el país por Estados Unidos durante la intervención militar de 1965, pues hasta entonces eran desconocidos. El objetivo era desarticular el movimiento revolucionario que tanta fuerza había logrado, como lo prueban los sindicatos de trabajadores agrupados en federaciones, confederaciones y centrales obreras capaces de paralizar las actividades productivas. De igual modo el movimiento estudiantil tenía mucha fuerza en las escuelas públicas y en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). La intervención de Estados Unidos no fue únicamente militar; más que militar fue política, económica y cultural. Las botas y los fusiles yanquis impusieron, a sangre y fuego, su dominio. El precio fue muy alto para el pueblo dominicano. Cientos de jóvenes asesinados en las calles, encarcelados, torturados, presos o deportados. Operación Chapeo. Lo mejor de la juventud de entonces asesinada.
Gobiernos títeres como los que encabezó Joaquín Balaguer, la complicidad de grupos económicos, la cúpula de la iglesia, más la miopía y la ignorancia de la izquierda revolucionaria marxista-leninista, con el pensamiento o sin el pensamiento de Mao TseTung, hicieron posible la tarea estadounidense de convertir al pueblo dominicano en un pueblo sin metas para el porvenir. El Estado dominicano otrora poderoso gracias a las empresas heredadas de la tiranía trujillista, fue llevado a la quiebra. Como si fueran suyas el presidente Leonel Fernández, con el apoyo penoso del PRD, vendió a precio vil esas empresas. Aún el pueblo ignora en cuántos millones de dólares se vendió la Corporación Dominicana de Electricidad. Aun el pueblo no sabe por qué el Consejo Estatal del Azúcar fue regalado. ¿Y el dinero? Nadie lo sabe.
Los sindicatos, las federaciones, confederaciones y centrales obreras desaparecieron junto con los grupos estudiantiles que dirigían jóvenes valientes y entregados a la causa liberadora de su pueblo. La izquierda revolucionaria de hoy es una caricatura. El pueblo trabajador se quedó sin voceros ni representantes idóneos en los frentes de masas. Muchos de los dirigentes populares se corrompieron o pasaron a formar parte del enemigo de clase. Los desclasados militamos en los partidos del sistema. La indiferencia es casi total. El PLD pactó con las fuerzas políticas más atrasadas, con el sector oligárquico más recalcitrante, más rentista, grupos que no tienen noción de Patria. El PLD, lejos de empujar el país hacia el desarrollo y la prosperidad, donde los ciudadanos puedan vivir dignamente, lo ha convertido en un narco-estado. Este país es una pocilga. La corrupción espanta. El pus brota por todas partes. La violencia es el pan nuestro de cada día. Muertos, heridos, atracos, robos, etc. Nadie está seguro en ningún lugar. ¡Nadie! El tráfico y consumo de drogas supera la imaginación. Uno de los funcionarios de este narco-estado, que ha hecho política perversa con el tema de las drogas, habla de más de 300 incursiones aéreas del narcotráfico. El bombardeo de drogas no lo para nadie. A las autoridades no les interesa. Más de mil millones de dólares en las finanzas públicas no tienen explicación. Es fruto del lavado proveniente del narco. La República Dominicana es una lavandería. Y eso lo sabe el Estados Unidos que complaciente observa como su plan estratégico se ha cumplido. La República Dominicana es un pueblo de sirvientes, con una economía que no se sostiene por sí misma, que depende de las remesas, el turismo y el narcotráfico.
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